Sábado de lluvia veraniega en el atardecer al fondo de la Casa de la Décima Celestino García, de Pinar del Río, donde el Guamá exhibe su ancha corriente.
Luego, en la noche de atmósfera despejada, el Ranchón acoge a los paisanos que después de varios meses, añoraban estos momentos de solaz y ameno reencuentro con la música y el verso improvisado.
La ronda de los poetas impone sus temas para que Paulino Páez, atento al murmullo de las aguas y acompañado de guitarra y tres, improvise:
Las mismas aguas no son, pero el Guamá sí es el mismo con su acuático bautismo al guateque del Ranchón. Cuatro meses, qué razón para versar mano a mano y de regreso a este plano al volvernos a encontrar, otro sábado pasar cantando punto cubano.
Las motivaciones de los poetas siempre son infinitas, pero si algo les enorgullece es el legado de sus antecesores, sobre todo aquellos que en sentido de pertenencia y en condición de preceptores, dejaron sus huellas de legítimo humanismo.
Entre esos heraldo de la improvisación y fértil magisterio, Pinar del Río cuenta con la obra y vida de Juan Cecilio Cruz, referente necesario de conmemoración en el centenario de su natalicio en este mes de julio.
De su fecunda obra muchos poetas mantienen vigente esta salmantina:
Décima, suspiro alado, voz de protesta mambisa, idioma entre la camisa del guajiro y del arado. Con qué angustia he soportado cuando hieren tu virtud y he visto con inquietud, en las madrugadas largas, llorar sus penas amargas las clavijas del laúd.
Décimas, tonadas, pies forzados y diálogos poéticos ambientaron la fiesta sabatina en este parnaso vueltabajero que, agradecido del patrimonio versal de sus padres fundadores, inspirara los versos de Adriel Ceballos Delgado en su homenaje a Juan Cecilio Cruz:
Desde el mar a la montaña, ebrio de olas y de fronda, Juan Cecilio en Bahía Honda hizo del verso una hazaña. El tiempo, que nada empaña, recuerda su itinerario y matizando un rosario diez perlas de luz enhebra cuando el Ranchón le celebra con versos su Centenario.
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