Este texto consta como epílogo de la Antología Poética “Los pasos del tiempo”, El Ángel Editor, (2020). El 3 de abril de 2020, me entero de la muerte de Rodrigo Pesántez Rodas, si bien, solo en los últimos meses me acerqué enteramente a su trabajo con la palabra, siento que su poesía me acompañó desde mucho antes. Este texto solo es un ínfimo homenaje a un gran hombre.
Rodrigo Pesántez Rodas, anarquista de la palabra
Me gusta hacer epílogos, pero pocas veces suele coincidir su naturaleza con la forma de la poesía de la que hablaré. Los prólogos son más para obras completas, para la solemnidad, como para decirle al lector, – mira con atención, fíjate en este verso, aquello significa esto y está dedicado a fulano o mengano, porque fueron amigos en el año de –… En fin, me gusta hacer epílogos, porque siento que es la fuerza subversiva del libro, la que se opone a su orden cuadrado de objeto letrado. Un epílogo que se pone en huelga con el libro, que lo enfrenta. Hoy, a excepción de muchas veces, la poesía de la que escribiré tiene ese carácter epilogar, hermosa coincidencia, hermosa disidencia.
Pesántez Rodas es una figura central en la poesía ecuatoriana del siglo XX, ha construido un discurso en su labor, un entretejido de voces en un voz, que no sabe de tiempos, porque el tiempo está arraigado en cada creación. En ocasiones pienso a la poesía como un tejido, digo en ocasiones, porque a veces puede también ser un pájaro o cualquier objeto. Justamente, en esta selección poética que consta en esta antología, se descubre el uso que los objetos pueden elaborar y a partir de esa construcción dotar de diversos sentidos a la voz poética, es decir los objetos forman el microcosmos del artista, construyen una poética de lo cotidiano, porque la existencia más llevadera es la que se hace de pequeños fragmentos.
‘‘Me gustan las alfombras viejas, los platos rotos, las agujas desgastadas, los discos rayados y los recuerdos que ya no estremecen (…)’’ (Del poema Mis Golosinas)
Los fragmentos son claves porque cuentan historias, pequeños núcleos de sentido, que en la voz de Pesántez se transforman en los motivos para abordar diferentes temáticas, como el discurso amoroso, presente a lo largo de los textos que componen esta antología:
‘‘ (…)lengüetas desgajadas. Remate de mi ser, cabeza de mi sombra, única parte hermosa con que te quise un día .’’ (Del poema Los pies amorosos)
En este poema, por ejemplo, una parte del cuerpo expresa la universalidad del sentir. Va de lo particular a lo universal. La poesía de Pesantez Rodas no habla de grandes relatos, de grandes momentos de la historia, no es solemne, pero tampoco simplona, construye su cosmos a partir de la inversión de las categorías, muchas de ellas ligadas al poder, en cierto sentido es un anarquista de la palabra, debido al gran dominio estético que posee del lenguaje. Anarquista porque saca de su lugar cómodo a los significados, hasta ahí, tal vez cualquier poeta es cómplice de este ejercicio con las letras, pero hoy no hablamos de cualquiera, sino de Rodrigo Pesántez Rodas, en su escritura la poesía es una forma de discurso que cuestiona al poder, porque subvierte los códigos del lenguaje del que se vale ese mismo poder, y lo trasciende, lo desnuda.
‘‘(…)Pero soy tanto igual, más semejante que mis codos, al frente y su vecino, que zumbo ante la Historia como un abejo herido con toda mi ancha miel y mi ponzoña.’’ (De Los Parentescos)
Este fragmento es ejemplar, en él se concentra la potencia del autor. Se evidencia el lugar de enunciación en el que se posiciona la voz poética, ¿desde dónde se escribe? Unos dirán que desde la expresividad, otros desde el cuerpo o la memoria, para otros no es importante esta pregunta. En Rodrigo Pesántez, me atrevo a pensar, que la escritura es una forma de romper con lo convencional, el poeta en su obra no es el ser que porta un aura sagrada y que media entre el lenguaje y lo metafísico (nada más metafísico que el lenguaje), más bien el yo poético asume la identificación con la humanidad y desde ese lugar cuestiona las Historias (así con mayúscula), los discursos oficiales, el poder.
Poder, entendido aquí como lo convencional, lo presente en los diferentes planos de convivencia y que desde la normalidad diaria, la norma y la visión del ser humano que se junta en las noches para ver TV, es incuestionable, he ahí la mirada del poeta que trasciende lo esquemático y se decanta por otras formas, sin perder el lugar desde donde se disiente, desde donde se invierte, que en muchos momentos de su labor poética, es en la misma poesía y sus lugares canónicos. Estamos hablando de un autor que se recrimina por no haber leído más a Condorito que a Santa teresa (En Los posibles arrepentimientos) y aquello francamente es divertidísimo y de una frescura difícil de lograr.
‘‘(…) Canté al sol, canté al mar y a los jilgueros. Pero qué sol, qué mar, ni qué jilgueros, todos son agujeros que nos van perforando la esperanza.’’
De alguna manera, Pesántez Rodas está más cerca de la antipoesía, que de la poesía misma, más cerca de Nicanor Parra, que de Virgilio y la tradición poética, más cerca de la levedad, que de lo concreto. La poesía no exalta la belleza, sino que la pone en crisis, la desdibuja, mira lo verdaderamente bello en los fragmentos:
‘‘(…) Pasa el presente, pasa el futuro, -¡quién creyera!-, también pasa el pasado.’’ (De Crucigrama)
Pasa el pasado, y sin embargo, ¿cómo pasan las cosas, los sentires, los afectos en la visión poética de Pesantez? En este punto diría que pasan en un tiempo diferente al que conocemos, un tiempo que solo logra dar el lenguaje. El sujeto no genera la acción, sino el verbo, que en palabras del autor es la poesía. ‘‘Recordamos el transcurso, no el día ni la hora’’ son versos del poema Erranza Cósmica. La poesía de Pesantez está transcurriendo, no son anclajes que nos invitan a permanecer, sino que hay que leerle como se mira al mar, porque en esos versos están conviviendo figuras que apelan a lo fugaz, apuestas por lo efímero, antes que por lo monumental. Quizá el mayor mérito que he encontrado en la poesía de Rodrigo Pesántez es la creación y articulación de aquel tiempo breve que acontece, y sin embargo que guarda una memoria honda.
¿La sensación de Estar, solo es tornillo, se siente en el clavar, no en la madera? (…) (De Absurdos)
Estar es estar en el presente, es la acción. La madera, nuestra madera no es testimonio, somos el tornillo, su movimiento contra la superficie es nuestra historia, no tanto nuestro quedarse en, sino sentirse en. Sospecho que la poesía de Rodrigo Pesántez Rodas afirma, en cierto sentido, cierta filosofía de la acción, en donde el lenguaje es central para construir un discurso que enfrenta los diferentes tiempos/ritmos del mundo. El cuerpo se vuelve también motivo de experimentación poética de ese mundo exterior, se vuelve diferente materia para poder poetizar desde ahí, y se apropia de elementos naturales para construir una eroticidad propia:
‘‘(…) A veces tengo ganas de que cruces a pie mi sangre. Que dejes en la orilla tu ropa y la vergüenza.’’ (De La dulce furia)
La poesía de Pesántez pone el cuerpo, es activa, se agencia de lugares, objetos, actitudes, es también, como el lenguaje, un medio anarquista de expresión. Todo lo dicho en este epílogo son impresiones que dejaron en mí la obra de este autor central en la poesía ecuatoriana, dejo de escribir estas palabras con la convicción de haber esbozado en líneas muy generales la poética de Rodrigo, le digo Rodrigo porque ahora lo siento más cercano, ¡Ah eso me faltó decir! Esta poesía acerca querido lector, así que llévela no más a dónde sea, cada vez que la lea sentirá que ya mismo llega, que está cerquita y que la verdadera belleza del mundo nunca está donde se supone debe estar. Tal vez eso también me lo ha enseñado Rodrigo.
Obtenido de: https://homeroysusplayers.wordpress.com/2020/04/03/rodrigo-pesantez-rodas-anarquista-de-la-palabra/
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