Lorenzo Suárez Crespo y Jesús Arencibia Lorenzo

(Palabras de presentación del libro Sé tu voz, de Lorenzo Suárez Crespo, 14 de enero de 2022, Centro Cultural Amauta)

POR: Jesús Arencibia Lorenzo

ESTAS PALABRAS que gentilmente me han pedido, cumplirían acaso su función si pudieran igualar la calidez de un abrazo. Lorenzo Suárez Crespo, agudo intelectual que nos reúne, es, en primera instancia, un ser abrazable, admirable, querible. Y ya eso, de por sí, interesa más que cualquier consideración estrictamente literaria.

Escritor de disímiles recursos, que van de la ternura sin ñoñería con que se arma la más intensa literatura para niños; el cultivo amplio del poema en diversidad de metros y estilos; el relato, la crónica periodística con un distinguible toque de humor, los textos investigativo ensayísticos y otros; este creador con alma de duende, brilla más, según intuyo, precisamente por su raigal negativa a las fatuas candilejas. Si alguno de ustedes no lo ha hecho, yo lo invitaría a transitar con Lorenzo, 600 o 700 metros de alguna calle de la ciudad. En la primera esquina, acaso un adolescente lo salude y le prometa que traerá sus versos para que el mentor los revise; en la siguiente, una señora con mil jolongos agradecerá aquel día en que el poeta la ayudó a cargar su mercancía en el agro; un poco más allá, cualquier veterano lo interpelará sonriente para preguntarle cuándo es el próximo guateque en la Casa de la Décima; y si sale al paso, todo emperifollado, un purista del idioma, querrá oír de su boca, algún fino análisis sobre la lírica cubana o española del siglo XIX. Para todos, con una sonrisa que no deja de brotarle, tendrá Lorenzo frases agradables, gestos de concordia, una invitación, un halago: el código preciso para hablar un mismo afecto.

¿Será eso —ah, José de la Luz— acaso el evangelio vivo de los educadores? ¿Será —ah, José Julián— el cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí?

Yo no sé, pero a mí, que he visto a este hombre diseccionar a corazón abierto desde la alta literatura hasta el bache de enfrente de su casa; que he admirado y querido a su familia, porque viven con el bondadoso sentido de lo poético, me luce que son muy raras y escasas dichas tan plenas como la suya.

Por tanto, ante el ramillete de sonetos que agrupó en la bella edición de este libro —factura de la española Editorial Deslinde auspiciada por el Frente de Afirmación Hispanista de México—, solo puedo decir que los disfruté, que me conmovieron, conjugando en mi deleite la admiración por la técnica expresiva de altos quilates con la reflexión por el tono filosófico de todo el conjunto, y el gozo general de la naturalidad y hondura comunicativa que va fluyendo. «Arroyos de la sierra que complacen más que el mar» llamó Naborí a los versos de este hombre. Imagen martiana precisa, a la que poco más habría que añadir.

Pero como Lorenzo es un ser de detalles, cerraré este breve pórtico con dos que me impresionaron. Primero el título: Sé tu voz, que puede leerse en dos direcciones: la de ser, con el mandato ancestral de lo libre y lo genuino, y la del saber, con la experticia del veterano profesor que, después de muchos años frente al pizarrón, nos dice conocer nuestro timbre y nuestros anhelos.

El otro detalle es el primer y último verso del volumen: Inicia el Premio Vasconcelos advirtiendo: «No perturbes al ciervo junto al vado»; y termina, muchas joyas después, con una imagen: «ante el vuelo triunfal de una paloma».

De eso también va este delicioso libro, del recorrido mágico entre la expectante vigilia del ciervo junto al arroyuelo hasta el impetuoso horizonte de un ave remontando altura. Lorenzo Suárez Crespo ya hizo ese viaje y viene de vuelta.

Oigámosle la historia. Palpémosle los recuerdos. Vayamos con él a la naturaleza infinita de la poesía.

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