Los itinerarios de la creación y la amistad tienen paradas de sumo regocijo. Así fue esta, que disfrutamos en abril de 2019, cuando la Casa Cultural se vistió de “guarapachanguera”. Evoquemos, con ganas de volver a vivir.
Aunque la apuesta por la poesía siempre es un tránsito de altura “sin pértiga y sin alas” —para decirlo con un verso del poeta Lorenzo Suárez Crespo— uno sabe, o al menos intuye, que vale la pena asumir el riesgo. En eso pensó este escriba cuando el sopor de la tarde pinareña se detuvo alrededor de las 3:00 pm de este jueves 18 de abril para dar paso a una hora y media de espiritualidad y buen gusto.
El 5to encuentro en la Casa Cultural Amauta —espacio de arte y humanismo en familia que el propio Suárez Crespo, el artista de la plástica José Iván Morales Candelaria, la editora Irma Rodríguez y la Dra. Irina Morales han diseñado y puesto a disposición de otros creadores— coincidió en esta ocasión con el 4to Festival Internacional La Guarapachanga, que trajo hasta la calle 1ro de Enero (Vandama) No.68, sus aires de concierto. En esta edición con invitados de República Dominicana, México y Estados Unidos, además de las figuras prominentes de Cuba.
Así, el “Danzón nocturno” de Chopin dio paso a “Maní con picante” de Moisés Simons, en armónica conjunción de flauta, oboe y fagot, gracias al virtuosismo del cuarteto Maderas al viento. (ver en youtube)
El “Preludio de Sofía”, de José María Vitier, preludió un “Tema con variaciones y fuga” de Andrés Alén, traducción melódica de Daniela de la Caridad Blanco (piano) y Rocío Quintana y Marianela Hernández (flauta y piano), respectivamente.
Las voces impecables de Ana Geisy Mirabal y Frank Ledesma con Nixy Díaz al piano dieron aliento a “Devuélveme el corazón” y “Mi vida eres tú”, de Ernesto Lecuona.
El maestro Franco Rivero Bueno —infaltable en los empeños de Amauta— cerró magistralmente la cita con 10 piezas de la obra menos conocida del propio Lecuona; en su mayoría valses (del Nilo, del Sena, de las sombras, azul…).
Entre acorde y acorde, la preciosista Irma lo mismo filmaba con su pequeña cámara que regulaba el aire intruso de un ventilador; Irina —de blanco impoluto— recibía a quienes llegaban a deshora; José Iván, orfebre oportuno, capturaba casi antes de caer la diminuta guía escrita de Franco (la partitura estaba en su cerebro) y Lorenzo intercalaba sonetos de correctísimo lirismo.
Afuera, el calor, las mil angustias cotidianas y hasta un hueco de la calle —conocido entre sus acólitos cariñosamente como HH—, reverberaban como siempre. Pero al interior de la Casa… la felicidad parecía posible, asible.
De esa grata sensación habló al cierre del encuentro la destacada músico y presidenta del Comité Organizador de La Guarapachanga, Miriela Mijares, en cuya opinión Amauta y sus anfitriones “es un lujo para Pinar del Río”.
Desde un lateral de la pequeña sala las palmas reales —motivo recurrente en la poética visual de José Iván— nos recordaban que se puede defender, sin llamar al universo para que lo vea, como quería el Poeta, la más auténtica cubanía. De la raíz al penacho.
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