Franco Rivero en Casa Cultural Amauta, Pinar del Río. Foto de Jesús Arencibia.

Aparte del “Franco” que lleva por nombre y el “Bueno” del segundo apellido, no le vendría mal el adjetivo “Virtuoso” para redondear su definición. Heredero de un cauce magnífico de letras y acordes, de niño inclinó su balanza por la música, ese lenguaje sin las incómodas fronteras de los idiomas. Ganador de dos premios Cubadisco, el último de ellos por un monumental rescate de la obra del genio cubano Ernesto Lecuona —que lleva años investigando y compartiendo—, en este joven se unen la callada tenacidad para labrarse el éxito y la bonhomía para no envanecerse.

Lo he visto en las exquisitas tardes de concierto de la Casa Amauta, en Pinar del Río, sacarle el alma al piano con una limpieza y concentración de antología y luego, tras agradecer con caballeroso estilo; escurrirse de la mano de su amada para que el eco de los elogios no quiebre el rumbo de la llaneza. En varias ciudades de la Isla como Sancti Spíritus, Matanzas y Holguín, y en otras de Estados Unidos, México o España, su arte ha pasado incólume la exigencia y entusiasmo de los públicos. Cuestionario mediante, aquí van las melodías vitales de Franco Rivero Bueno (La Habana, 1982), quien sabe, también, organizar ideas con despliegue de sinfonía.

La música te viene de familia: abuela que tocaba el piano, padre genial oboísta… Aparte de un impulso, ¿no representaba también un compromiso algo severo esta genealogía?

“La necesidad del arte surgió como algo natural en mí. Quizás el componente genético juegue algún papel en esta historia. En un principio la influencia de mi abuelo materno, Salvador Bueno, que como se sabe era un crítico y ensayista notable. Escucharlo era un verdadero placer. No había tema literario del que no estuviera bien documentado. Sin embargo, no era un abuelo muy conversador. Era más bien callado. Lo que sí recuerdo muy bien es el teclear de aquella vieja máquina de escribir que no paraba toda la mañana y parte de la tarde. El arte se respiraba en la casa a través de él y de las amistades que lo frecuentaban.

”Luego vino el contacto con la música a través de la cadena paterna. Mi abuela Ofelia era pianista, aunque nunca la escuché pues era muy tímida. Mi tío Juan Carlos, percusionista, por el que quise estudiar batería, pero un problema auditivo me lo impidió. Y lo más importante, el contacto y descubrimiento del mundo musical maravilloso de mi padre, Jorge Rivero Tirado, que es aquí punto y aparte”.

Franco Rivero en Casa Cultural Amauta, Pinar del Río. Foto de Jesús Arencibia.

Tu formación artística transcurre entre Cuba y México, ¿qué podrías distinguir como el principal aporte de cada academia para pulir la vocación que ya tenías?

“Estudié algo de artes plásticas de niño, ya que mi madre me llevaba a ellas así como a los talleres de iniciación musical que se impartían los sábados por la mañana en el Conservatorio Caturla, de Marianao. Pero cuando cumplí la edad requerida matriculé a este centro docente como estudiante de oboe. El hechizo del piano, podríamos decir, comienza aquí, viendo a mis compañeros preparar sus programas.

”Si bien se me asignó una profesora que, como parte del plan de estudios, me impartía la asignatura de piano complementario, no me era suficiente… Entonces comencé por mi cuenta en primer lugar a componer y después a reproducir las cosas que tocaban mis compañeros.

”Debo aclarar que mis avances en el instrumento fueron posibles gracias a que mi tía Aida me regaló el piano que había sido de mi abuela Ofelia… Oficialmente era oboísta, pero a lo que le dedicaba todo el tiempo era al piano. Fue en 1999, cuando me fui a México, donde residía desde hacía años mi papá, para tomar un curso de oboe con él, que tuvimos aquella conversación definitoria en mi vida.

”Me sentó a la mesa y me dijo que para él no había dudas: dejar el oboe y dedicar todo el esfuerzo al piano. Yo había tomado algunas clases en Cuba con el maestro Amado Touza, pero mi formación hasta ese momento era esencialmente autodidacta. Necesitaba un nuevo impulso, una nueva meta para probarme que podía hacerlo y redireccionar mi carrera.

”Su propuesta fue magnífica. Me dijo: ‘vamos a hacer un concierto juntos donde me acompañes el repertorio más importante para oboe y piano. Lo otro que me indicó fue: ‘apréndete la obra más difícil que más quieras tocar’. Las palabras de mi papá tuvieron el efecto de una chispa junto a un montón de pólvora y comencé a estudiar durante diez horas diarias. Lo que más yo quería tocar en ese momento era el segundo Concierto de Rajmáninov.

”Esto que cuento sucedió en octubre del 99. En diciembre ya estábamos haciendo el primero de muchos conciertos que hicimos juntos, lo que culminaría con la grabación de un disco en el 2005 que incluía parte de todo el material que durante aquellos años estuvimos tocando. El disco se llamó Sin Límites y obtuvo premio en el Cubadisco del año siguiente.

”Por otro lado ingresé al Conservatorio de las Rosas de Morelia, como alumno de piano. El primer examen lo presenté precisamente con el segundo Concierto de Rajmáninov. Terminé la Licenciatura con la máxima calificación en el 2008 bajo la tutela del maestro Eduardo Montes”.

Franco Rivero en Casa Cultural Amauta, Pinar del Río. Foto de Jesús Arencibia.

¿Pudieras narrarme cómo fue tu descubrimiento (y deslumbramiento) con obra de Ernesto Lecuona?

“Ocurrió el año de su centenario, en 1995. Se venían realizando una serie de homenajes y concursos. En la escuela se comenzaron a tocar sus obras y de inmediato me enamoré de ellas. El resultado fue que terminé tocándolas todas. Fue así de simple. De oído interpreté las primeras, porque no tenía las partituras.

”No me costó mucho convencer a mi abuelo de que hablara con María Teresa Linares, entonces directora del Museo de la Música, para que me facilitara las partituras. Lo mismo hizo mi abuelo por mí en la Biblioteca Nacional. Allí solo pude mirar un rato las obras. En medio del Período Especial no había tinta ni papel para hacer las fotocopias. Retuve lo mejor que pude aquellas notas en mi memoria y me puse a tocarlas al llegar a la casa. Así comenzó aquella experiencia con la música de Lecuona”.

¿Crees que en Cuba se conoce y estudia lo suficiente a tamaño maestro?

“La verdad es que siempre hubo personas que hicieron valiosos esfuerzos por mantener viva su obra y su memoria como Esther Borja, quien lo incluyó en sus programas de televisión y sus conciertos junto al pianista Nelson Camacho; Huberal Herrera, quien fue el primero en ofrecer una serie de tres recitales en la Biblioteca Nacional que recogían hasta ese momento la mayor parte de su producción pianística; Orlando Martínez, que escribió su biografía y, más adelante, en su centenario, cuando se preparó un libro sobre su trayectoria artística por el musicólogo Jesús Gómez Cairo, la grabación de tres cds que le hizo la SGAE en España a Huberal Herrera y una serie de conciertos y concursos que culminarían con aquella hermosa gala protagonizada por el maestro Frank Fernández (fue cuando escuché a una octogenaria María de los Ángeles Santana cantar la famosa habanera “Te vas juventud” con un sentimiento inolvidable). Fue esa misma noche que escuché a otro importante defensor de la obra del maestro, el pianista norteamericano Thomas Tirino, quien grabó por aquella época cinco cds con la música para piano de Lecuona.

”Un valor como Lecuona no se da todos los días en todos los países y tuvimos la suerte de que se diera en el nuestro. Por eso no debemos cejar en el empeño de seguir difundiendo su obra”.

¿Se pudiera decir que el Conjunto de CDs de “Lecuona todo piano”, y el consiguiente premio Cubadisco, en 2013, marca un antes y un después en tu ejecutoria artística? A siete años de aquel galardón ¿cómo lo evocas?

“Yo me encontraba preparando uno de los ciclos de sus obras para piano y se los llevaba a mi papá para que me escuchara cuando una mañana me dice: eso tienes que grabarlo. Le hice la propuesta al Instituto de la Música, que dirigía por entonces Abel Acosta, quien acogió el proyecto con mucho entusiasmo y resultó que a los pocos meses me encontraba grabando la integral para piano de Lecuona en la tierra que lo vio nacer. En aquel momento grabé ciento veinte obras, una cifra sin precedentes en la discografía dedicada a su música.

”El Premio Especial del Cubadisco fue algo que me llenó de placer y lo considero a su vez un acto de reconocimiento de Cuba a la obra de uno de sus más valiosos hijos. Más adelante tuve la idea de ampliar el espectro y recuperar algo que nunca antes se había hecho: la integral de sus obras para voz y piano.

”Fue un proyecto que le presenté en su momento al Instituto de la Música, siendo Orlando Vistel su presidente, e igualmente se le dio todo el apoyo. En ambos proyectos conté con la producción del maestro Jesús Gómez Cairo. En este caso el volumen de obras era considerablemente mayor e incluía cantantes. Fue un proceso largo y complejo en el que hubo que escoger las voces adecuadas y desechar otras, así como imponer un fuerte ritmo de ensayos para montar y pulir lo que al cabo de cuatro años terminó siendo el conjunto de doscientos cincuenta y siete obras interpretadas por doce cantantes bajo mi conducción y acompañamiento pianístico”.

¿Qué anécdotas guardas del “choque” con públicos tan diversos como los de México, Cuba, Estados Unidos? ¿Se pudiera decir que el lenguaje de la música rompe todas las fronteras?

“Los públicos no son siempre iguales, ni se comportan siempre de la misma forma. Algunos son más expresivos que otros. Pero lo que tienen en común todos es que son susceptibles a la calidad y sensibilidad de lo que se les presenta. A un intérprete se le puede medir por el nivel de compenetración que logre con el público al momento de la interpretación.

”Hay una especie de sabiduría colectiva palpable desde los primeros segundos del concierto, que se puede comprobar en el silencio en que queda unificado el auditorio. Un público expectante de ser sorprendido por diversas emociones insospechadas.

”Pero en este sentido no existen diferencias. Solo que unos son más introvertidos y otros más extrovertidos. A mí me gustan más los segundos. Pero nunca el fin ha sido ese, porque en definitiva la música se la da uno a sí mismo sin importar mucho si se aplaude fuerte o suave”.

¿Cómo fue componer música para el perfume por los 500 años de La Habana? ¿Crees que, naturalmente, tienen sonido los olores?

“Creo que la mente y la imaginación son capaces de cuanto queramos. Y que la música puede estar asociada a un olor como a un color y viceversa, lo que pasa es que todo esto sucede desde la subjetividad. Porque lo que para mí puede ser alegre para ti puede parecer triste. Mira, yo empecé escribiendo una obra para ese perfume y terminé haciendo siete. Lo que indica, además, que una persona puede ver una misma cosa desde distintas subjetividades”.

Háblame de dos experiencias especiales: el vínculo con Carilda Oliver Labra y el trabajo con poesía de José Martí…

“El vínculo con una gran poeta como Carilda Oliver Labra en primer lugar es algo que me llena de orgullo. Porque imagínate lo que es poder besar la mano que escribió “La tierra”. Aquello de «…yo no guardaré conmigo ningún poco de Patria, la quiero toda sobre mi tumba». Es sobrecogedor.

”A Carilda la admiré siempre. Lo que no sabía era el regalo que la vida me tenía reservado cuando me tocó compartir con ella las tertulias ‘Al Sur de mi garganta’, que se organizaron en su propia casa en la etapa final de su vida. Sí, tengo esa suerte, de haber compartido con Carilda que era tan sobrecogedora como su poesía.

”Hay que ver la forma en que aquella mujer recitaba sus poemas. Como en trance. Una verdadera artista. Una vez en México me tocó el altísimo honor de ofrecer un recital poético-musical junto a ella. Además le puse música a diez de sus poemas y en varios conciertos los pudo escuchar en la voz de la excelente cantante Cary Rivero, acompañada por mí al piano. A ella le gustaron mucho. Pero lo mejor de todo fue que pudimos intercambiar ideas acerca de cómo había creado determinados poemas.

”A mí me gustan mucho los que contiene el libro Los huesos alumbrados, son versos a la patria, a sus héroes, a los mártires que ella misma conoció, eran sus amigos y ella los ayudaba, como a Reynol García y Julián Alemán. Ahí está el ‘Canto a Fidel’, el ‘Canto a Matanzas’… En fin, una tremenda poeta, de la cual se ha hecho muy famosa la faceta erótica de su producción, con aquel ‘me desordeno amor…’, pero no hay que olvidar que también es una escritora de temas heroicos impresionante.

”Con Martí es diferente. Martí entra en mi vida con el primer libro que me regala mi abuelo Salvador, una bella edición facsimilar de La Edad de Oro, uno de mis libros favoritos. Después la vida pasó y llegó el tiempo en que viví en México y ahí comencé a leer muchas cosas de Martí. Es inolvidable el intercambio epistolar que tuve con mi abuelo a raíz de aquellas lecturas, quien a su vez me enviaba volúmenes de su biblioteca para que continuara saciando mi curiosidad por la obra del Maestro.

”Desde entonces comenzó a bullir en mi cabeza la idea de musicalizar lo que viene a ser una especie de autobiografía de Martí, o más bien pasajes de su vida. Me refiero al libro Versos Sencillos. Pero aquella idea no cuajó hasta años después. Y como siempre he sido un compositor que se deja llevar por la inspiración del momento, en este caso la inspiración surgió en el 2008, cuando compuse el primer ciclo de diez canciones que le dediqué a mi abuelo y un tiempo después terminé musicalizando treinta más, casi todo el libro. En su mayoría han sido interpretadas por el excelente tenor cubano Bernardo Lichilin, en varios conciertos, uno de ellos incluso filmado para la televisión cubana desde la sala del Museo Nacional de Bellas Artes. Esto motivó que el periodista Julio Acanda me dedicará una de sus famosas crónicas de domingo que trataba acerca del proceso creativo alrededor de la obra de Martí”.

Has dicho que para tu compañera, debe ser difícil vivir al lado de alguien totalmente consagrado al arte. ¿Cómo llevan el vínculo para que el estrés del estudio y la creación no ahoguen los otros espacios y necesidades de la pareja?

“Los creadores nos solemos escudar en aquella frase de que el arte exige mucho de nosotros, como si el arte fuera alguien que pudiera hablar y decirle a uno lo que tiene que hacer. La verdad es que el arte no es una persona, pero las mujeres de los artistas le terminan reclamando compartir el tiempo de uno con ellas como si el arte se interpusiera entre ambos.

”Yo creo que esto sucede en el noventa y cinco por ciento de los casos y es normal, porque el arte, para que se convierta en una pasión dentro de aquel a quién se lo transmites, tiene que ser primero una pasión dentro de ti. Y cuando uno se apasiona con algo le dedica tiempo. Y estando bajo los efectos de esa pasión una hora puede parecer para mí un minuto… Las cosas se vuelven relativas.

”En mi caso particular debo decir que he tenido mucha suerte de tener a mi lado alguien tan inteligente y comprensiva como Susana. Que disfruta lo que hago, que es mi mejor crítica, amiga, y otras cosas más. En verdad soy afortunado de tener todo eso en un solo ser”.

¿Qué más, aparte de estudiar y tocar música disfrutas hacer como pasatiempo? ¿Cuánto debe cuidarse un artista del piano para mantener las manos, el cerebro y la emoción «en plena disposición combativa” como dirían los militares?

“Lo que más hago para esparcirme es leer y escuchar música. Aunque me encantan la playa y el cine, son actividades que el tiempo no me permite realizar con la misma frecuencia.

”En cuanto a la segunda parte de la pregunta: me lleva quizás a otra: ¿Cómo lograr el equilibrio entre la vida terrenal, por así decirlo, y el arte, un mundo mágico? Los artistas debemos ser consciente de que somos seres humanos con otras necesidades, aunque nunca dejemos de ser artistas en nada de lo que hagamos. A veces tenemos días más difíciles que otros. Te confieso que he atravesado por baches en el transcurso de la vida en los que el meollo del asunto ha sido el equilibrio entre lo profesional y lo personal.

”Para el artista lo más importante es mantenerse a un nivel de realización equis y esto exige dedicación. Pero si tu nivel de exigencia está por encima de lo que eres capaz de dar ya tienes por resultado una frustración. Entonces, ¿cómo vas administrando tu exigencia y expectativa? Esto sin descontar el hecho de que la superación está dada en la medida en que tu nivel de exigencia esté siempre por encima de lo que puedas dar… Es complejo.

Un día el maestro Luis Carbonell, de quién tuve la suerte de recibir sus consejos me dijo: ‘Lo importante en el arte es la constancia’. Sabia lección que intento seguir.

TOMADO DE: https://www.palabranueva.net/pianista-cubano-franco-rivero-bueno/

TE PUEDE INTERESAR

Visitas: 0

Un comentario en “Lo importante en el arte es la constancia”

  1. Muy apreciados amigos, super complacida con la excelente entrevista realizada a nuestro querido Franco, reconocido y famoso virtuoso del piano, a quien tengo el honor de conocer, y, de haber disfrutado de varios de sus conciertos en Cuba y México.
    Escuchar a nuestro amigo Franco, interpretando música selecta, equivale oír música de las esferas.
    Muy sugestivos, los poemas musicalizados de Carilda, e interpretados en la voz de una excelente soprano.
    Felicitaciones desde esta latitud transoceánica llamada Perú, por haber compartido tan valiosa entrevista.
    Saludos afectuosos.
    Un abrazo cósmico.
    SIEMPRE, Rosamarina García Munive

Responder a Rosamarina García Munive Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *