SÉ TU VOZ

El libro que tenemos ante nosotros nos muestra el soneto en intensidad y abundancia. Compuesto enteramente por sonetos, este libro nos ofrece el soneto como testigo de aquello en lo que la poesía se inserta y nutre con belleza, intensidad y luz, y todo esto es lo que podríamos llamar permanente, constante, inevitable: la vida, la muerte, el amor, el gozo, el dolor, la duda, la reflexión, el tiempo, la experiencia en general, todo lo que forma parte de nuestra andadura humana.” | BEATRIZ VILLACAÑAS / España.

La Décima en la Oralidad Vueltabajera. Apuntes para un estudio

Si la oralidad permitió a nuestros sitieros y esclavos hacer de las noches un espacio para soñar y emanciparse de las duras condiciones de su tiempo, si el miedo y el terror que hacían imprescindibles al abuelo del taburete, servían para crear aquel mundo mágico, si esta fue el caldo de cultivo donde creció nuestro ajiaco de ideas, en una policromía azarosa por sus fragmentaciones, en ocasiones irreconciliables por las pasiones y apetencias, si formó crédulos o incrédulos, si provocó el respeto o la indiferencia; hoy sigue sosteniendo, forjando un espacio al que no se puede renunciar y de cuya legitimidad, depende, en buena medida, la sustentación de nuestro propio reconocimiento. Se traduce en memoria histórica como fuente de sabiduría popular; de ahí que la décima, considerada como nuestra estrofa nacional, haya sido el centro de otro fenómeno cultural imprescindible, el punto cubano.

PAPALOTE, un cuento a caballo

PAPALOTE me acompaña desde las narraciones que escuchaba de mi abuelo, hijo de mambí, a la luz del quinqué en Las Pozas, pueblito natal: la batalla de Cacarajícara, el heroísmo de los patriotas, espacios evocadores entre realidades y fantasías.
Se fue escribiendo con el entusiasmo de los que sueñan y añoran peripecias y travesuras desde la oralidad.
Este cuento obtuvo premio de narrativa en Morelia y la dicha de galopar en la selección Cuentos a Caballo, de la editorial Cauce.

Al eco de sus cascos te invito a su lectura, no solo para cabalgar junto a Pico Tomás y sus peripecias, sino en el iris de los niños, los más fieles jinetes del tiempo.