Desde el centro fundacional de la ciudad de Pinar del Río hasta el río que le dio su nombre, había exactamente 600 pasos, y los caminantes de otros lares eran recibidos gustosamente aquí con un vaso de agua pura.

Desde Amauta ofrecemos este vaso de fraternidad y momentos de la tarde de concierto realizada en enero del 2020.

La voz dulce y clara de Miriela Mijares rompió el silencio sin quebrarlo. Su “Estilo propio”, que es también el de su padre, sus dos hermanos de sangre y otros cuatro de melodías, sincronizó acordes y afectos para abrir la primera tarde de concierto de 2020 en la pinareña Casa Cultural Amauta.

Desde 1ro de Enero (Vandama) No.68, en la urbe vueltabajera, el reconocido grupo de la provincia regaló a los más de cincuenta contertulios temas dedicados a las esencias que nos arman y “alman” para cada batalla. Así, cantaron a los amigos, “música buena/ para mi corazón”; los símbolos nacionales representados por el tocororo, “alto vuelo del pájaro mío”, —filigrana con letra de Nersys Felipe—; la ciudad de Pinar del Río, “un rostro donde anida la bondad”; el amor y el desamor, en cadencioso poema de la primerísima actriz Marta Jiménez Oropesa, y los poetas, con texto de la sempiterna joven Carilda Oliver, para recordarnos que somos “más felices que pobres”.

Lorenzo Suárez entregó con la generosidad que no necesita apellidos, sus sonetos de prístinos relumbres mientras en uno de los laterales del salón, la instalación en linografía de José Iván Morales nos advertía que en asuntos de corazones casi siempre andamos con “Pronóstico reservado”.

El piano, protagonista rotundo de estas veladas, dejó una vez más que Franco Rivero Bueno lo acariciara hasta la médula, en 10 piezas del maestro Lecuona: arrancando en clave “Habanera”, pasando por “Music Box”, “Vals maravilloso”, “Zambra gitana” y otras joyas, para cerrar, en éxtasis, con “Andalucía”.

Evocando al erudito historiador pinareño Gerardo Ortega, Miriela Mijares comentó que desde el centro fundacional de la ciudad hasta el río que le dio su nombre, había exactamente 600 pasos, y que los caminantes de otros lares eran recibidos gustosamente aquí con un vaso de agua pura.

Y al cronista, viendo cómo se acortan las distancias y ahogos cuando el arte en familia —que lo digan Irma, Irina, Carolina—, regala más familia y más arte, se le ocurre que tal vez en esta jornada, solo por la magia de la poesía, la distancia entre Cuba y España, entre Pinar y Andalucía pueda reducirse también a esos 600 pasos originarios. Y que allá lleguemos, con Lecuona, Franco, Miriela y Amauta, para tomarnos de regreso, un vaso de fraternidad.

(Escrito por un Guajiro)

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